Sinópsis
Señor Rulfo, ¿por qué lleva tantos años sin escribir nada? Es que se me murió el tío Celerino, que era el que me contaba las historias. Este libro habla de los que dejan de escribir (Rulfo, Rimbaud, Salinger...) e indaga en los motivos de cada uno para preferir no hacerlo. Todos conocemos a los bartlebys, son esos seres en los que habita una profunda negación del mundo. Toman su nombre del escribiente Bartleby, ese oficinista de un relato de Herman Melville que, cuando se le encargaba un trabajo o se le pedía que contara algo sobre su vida, respondía siempre, indefectiblemente diciendo: Preferiría no hacerlo. En "Bartleby y compañía" se habla del mal endémico de las letras contemporáneas, de la pulsión negativa o atracción por la nada. El narrador del libro, que está escribiendo un diario que al mismo tiempo es un cuaderno de notas a pie de página que comentan un texto invisible, demuestra su amplia solvencia como rastreador de bartlebys al pasear por el Laberinto del No, por los caminos de la que considera la más perturbadora y atractiva tendencia de las literaturas contemporáneas, tendencia en la que ve el único camino que queda abierto a la auténtica creación literaria, pues para él sólo de la pulsión negativa, del rechazo, sólo del Laberinto lúcido del No puede surgir la escritura por venir.
Edición recomendada
Nº de páginas: 184 págs.
Editorial: Anagrama
Lengua: Castellano
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788433924490
Año edicón: 2006
Plaza de edición: Barcelona
El autor
(Barcelona, 1948) es uno de los más destacados escritores europeos del momento y está traducido a 29 idiomas. De su extensa obra, Anagrama ha publicado un libro de ensayos literarios, El viajero más lento, y los siguientes títulos de narrativa: Impostura, Historia abreviada de la literatura portátil, Una casa para siempre, Suicidios ejemplares, Hijos sin hijos, Recuerdos inventados, Lejos de Veracruz, Extraña forma de vida, El viaje verticalBartleby y compañía (Premio Ciudad de Barcelona, Prix du Meilleur Livre Étranger, Prix Fernando Aguirre-Libralire), El mal de Montano (Premio Herralde, Premio Nacional de la Crítica, Prix Médicis étranger 2003, Premio Internazionale Ennio Flaiano), París no se acaba nunca, Doctor Pasavento (Premio Fundación Lara 2006, Premio de la Real Academia Española 2006) y Exploradores del abismo. (Premio Rómulo Gallegos 2001).
La crítica: Pedro de Miguel (El Mundo)
El alto riesgo de escribir
Bartleby es ese inolvidable personaje de Melville, oficinista sepultado, que repite ante las órdenes que no se refieren estrictamente a su trabajo: "Preferiría no hacerlo". Vila-Matas ve en él el paradigma del No, y construye este "artefacto literario" -como lo ha denominado Ignacio Vidal-Folch - alrededor de su resistencia y de su negación. Los bartlebys de la literatura componen una extraña y numerosa secta que caracteriza "el estado de pronóstico grave -pero sumamente estimulante- de la literatura de este fin de milenio".
El propio narrador ha sufrido ese síndrome: dejó de escribir tras un desgraciado incidente con su padre. Pero, años después, logra liberarse de la enfermedad a base de redactar estas "notas a pie de página" que comentan un texto invisible: el del silencio literario -sumamente elocuente- de sus colegas de profesión. "Sólo me interesan los escritores que se esconden", asegura de entrada, para lanzarse después al repaso inconexo, y a veces detectivesco, de esas piezas excéntricas. Sumergirse en la lectura de estos comentarios equivale a "hacerse socio de un club al estilo del club de los negocios raros de Chesterton".
Los bartlebys también son raros, porque nunca escribieron o dejaron de escribir tras uno o dos libros brillantes, o porque ocultan celosamente su identidad. Ahí están Rulfo, Salinger, Rimbaud, Alfau, Gracq, el problema de la identidad de B. Traven, el enigma Pynchon o Felisberto Hernández, que nunca terminaba sus cuentos. El narrador indaga en las razones profundas del abandono, que no son otras que las que tienen que ver con la moderna desconfianza en las palabras. Quienes piensan que ya está todo dicho sólo pueden aspirar a la repetición, la glosa o el espionaje.
Vila-Matas, siempre fronterizo, ofrece en estas páginas un producto suculento, como todos los suyos. Las sorpresas se suceden, las invenciones se imbrican con naturalidad en los datos biográficos, la carcajada salta de repente en un quiebro de tono inesperado. El texto se abre en muchas direcciones, los estilos se mezclan y se suceden, la atmósfera de complicidad crece. El ingenio de Vila-Matas multiplica las connotaciones bartleby: hay desfallecimientos bartleby -como el que impide a Tolstoi concluir la última frase de su diario-, hay escritores antibartlebys -el caso de Simenon, a novela por semana, o el de Valéry, bartleby sin embargo- y existen también bartlebys en el momento de la despedida de la vida y de la literatura, como Cervantes en el emocionado Prólogo del 'Persiles'. Al fondo, Vila-Matas cree ver a Dios que calla, "maestro del silencio", que escribe sin embargo a través de persona interpuesta.
"Escribir es una actividad de alto riesgo", asegura el jorobado narrador que, sin familia ni dinero, es sin embargo feliz. Hay que agradecer a Vila-Matas esa apuesta -que mantiene con el tiempo- y esa sana rareza que continúa abriendo nuevas vías en la literatura actual, tan necesitada de humor, profundidad y extrañamiento para no caer en la aburrida complacenci de lo establecido.
Bartleby es ese inolvidable personaje de Melville, oficinista sepultado, que repite ante las órdenes que no se refieren estrictamente a su trabajo: "Preferiría no hacerlo". Vila-Matas ve en él el paradigma del No, y construye este "artefacto literario" -como lo ha denominado Ignacio Vidal-Folch - alrededor de su resistencia y de su negación. Los bartlebys de la literatura componen una extraña y numerosa secta que caracteriza "el estado de pronóstico grave -pero sumamente estimulante- de la literatura de este fin de milenio".
El propio narrador ha sufrido ese síndrome: dejó de escribir tras un desgraciado incidente con su padre. Pero, años después, logra liberarse de la enfermedad a base de redactar estas "notas a pie de página" que comentan un texto invisible: el del silencio literario -sumamente elocuente- de sus colegas de profesión. "Sólo me interesan los escritores que se esconden", asegura de entrada, para lanzarse después al repaso inconexo, y a veces detectivesco, de esas piezas excéntricas. Sumergirse en la lectura de estos comentarios equivale a "hacerse socio de un club al estilo del club de los negocios raros de Chesterton".
Los bartlebys también son raros, porque nunca escribieron o dejaron de escribir tras uno o dos libros brillantes, o porque ocultan celosamente su identidad. Ahí están Rulfo, Salinger, Rimbaud, Alfau, Gracq, el problema de la identidad de B. Traven, el enigma Pynchon o Felisberto Hernández, que nunca terminaba sus cuentos. El narrador indaga en las razones profundas del abandono, que no son otras que las que tienen que ver con la moderna desconfianza en las palabras. Quienes piensan que ya está todo dicho sólo pueden aspirar a la repetición, la glosa o el espionaje.
Vila-Matas, siempre fronterizo, ofrece en estas páginas un producto suculento, como todos los suyos. Las sorpresas se suceden, las invenciones se imbrican con naturalidad en los datos biográficos, la carcajada salta de repente en un quiebro de tono inesperado. El texto se abre en muchas direcciones, los estilos se mezclan y se suceden, la atmósfera de complicidad crece. El ingenio de Vila-Matas multiplica las connotaciones bartleby: hay desfallecimientos bartleby -como el que impide a Tolstoi concluir la última frase de su diario-, hay escritores antibartlebys -el caso de Simenon, a novela por semana, o el de Valéry, bartleby sin embargo- y existen también bartlebys en el momento de la despedida de la vida y de la literatura, como Cervantes en el emocionado Prólogo del 'Persiles'. Al fondo, Vila-Matas cree ver a Dios que calla, "maestro del silencio", que escribe sin embargo a través de persona interpuesta.
"Escribir es una actividad de alto riesgo", asegura el jorobado narrador que, sin familia ni dinero, es sin embargo feliz. Hay que agradecer a Vila-Matas esa apuesta -que mantiene con el tiempo- y esa sana rareza que continúa abriendo nuevas vías en la literatura actual, tan necesitada de humor, profundidad y extrañamiento para no caer en la aburrida complacenci de lo establecido.
Texto del libro
Me dispongo, pues, a pasear por el laberinto del No, por los senderos de la más perturbadora y atractiva tendencia de las literaturas contemporáneas ; una tendencia en la que se encuentra el único camino que queda abierto a la auténtica creación literaria : una tendencia que se pregunta qué es la escritura y dónde está y que merodea alrededor de la imposibilidad de la misma y que dice la verdad sobre el estado de pronóstico grave –pero sumamente estimulante– de la literatura de este fin de milenio.
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