Sinópsis
Dedicada a "Valladolid, mi ciudad", la por
ahora última novela publicada por M. Delibes,
es, en sus propias palabras, la más "ambiciosa
y compleja" de cuantas ha escrito.
El mismo año en que Lutero provoca el cisma de la Iglesia Romana, 1517, nace en Valladolid Cipriano Salcedo, hijo de un comerciante en lanas y comerciante y fabricante de ropas él mismo, que por razones más sentimentales y afectivas que de conciencia, se adhiere a la secta protestante fundada y dirigida en Valladolid por el Doctor Cazalla. La Inquisición corta de raíz este cisma, y condena a la hoguera a sus seguidores, entre ellos a Cipriano Salcedo.
La peripecia humana y espiritual de este hombre honesto -un perdedor más de la galería de personajes delibeanos-, sirve a Delibes para trazar una recreación magistral del Valladolid de la época de Carlos I, de sus gentes y costumbres, de la agitación política y religiosa del momento y, sobre todo, de la lucha del ser humano por alcanzar la verdad y por defender a toda costa su libertad de conciencia.
El mismo año en que Lutero provoca el cisma de la Iglesia Romana, 1517, nace en Valladolid Cipriano Salcedo, hijo de un comerciante en lanas y comerciante y fabricante de ropas él mismo, que por razones más sentimentales y afectivas que de conciencia, se adhiere a la secta protestante fundada y dirigida en Valladolid por el Doctor Cazalla. La Inquisición corta de raíz este cisma, y condena a la hoguera a sus seguidores, entre ellos a Cipriano Salcedo.
La peripecia humana y espiritual de este hombre honesto -un perdedor más de la galería de personajes delibeanos-, sirve a Delibes para trazar una recreación magistral del Valladolid de la época de Carlos I, de sus gentes y costumbres, de la agitación política y religiosa del momento y, sobre todo, de la lucha del ser humano por alcanzar la verdad y por defender a toda costa su libertad de conciencia.
Edición recomendada
Nº de páginas: 432 págs
Editorial: Destino
Lengua: Castellano
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788423340873
Año edicón: 2008
Plaza de edición: Barcelona
El autor
Miguel Delibes Setién. (Valladolid, 17 de octubre de 1920 - Valladolid, 12 de marzo de 2010). Novelista español. Doctor en Derecho y catedrático de Historia del Comercio; periodista y, durante años, director del diario El Norte de Castilla.
Su sostenida labor como novelista se inicia dentro de una concepción tradicional con La sombra del ciprés es alargada, que obtiene el Premio Nadal en 1948.
Publica posteriormente Aún es de día (1949), El camino (1950), Mi idolatrado hijo Sisí (1953), La hoja roja (1959) y Las ratas (1962), entre otras obras. En 1966 publica Cinco horas con Mario y en 1975 Las guerras de nuestros antepasados; ambas son adaptadas al teatro en 1979 y 1990, respectivamente. Los santos inocentes ve la luz en 1981 (y es posteriormente llevada al cine por Mario Camus); más adelante publica Señora de rojo sobre fondo gris (1991) y Coto de caza (1992), entre otras.
Su producción revela una clara fidelidad a su entorno, a Valladolid y al campo castellano, y entraña la observación directa de tipos y situaciones desde la óptica de un católico liberal. La visión crítica -que aumenta progresivamente a medida que avanza su carrera- alude sobre todo a los excesos y violencias de la vida urbana.
Entre los motivos de su obra destaca la perspectiva irónica frente a la pequeña burguesía, la denuncia de las injusticias sociales, la rememoración de la infancia (por ejemplo en El príncipe destronado, de 1973) y la representación de los hábitos y el habla propia del mundo rural, muchos de cuyos términos y expresiones recupera para la literatura.
Delibes es también autor de los cuentos de La mortaja (1970), de la novela corta El tesoro (1985) y de textos autobiográficos como Un año de mi vida (1972). En 1998 publica El hereje, una de sus obras más importantes de los últimos tiempos.
Considerado uno de los principales referentes de la literatura en lengua española, obtiene a lo largo de su carrera las más destacadas distinciones del ámbito literario: el Premio Nadal (1948), el Premio de la Crítica (1953), el Príncipe de Asturias (1982), el Premio Nacional de las Letras Españolas (1991) y el Premio Miguel de Cervantes (1993), entre otros.
Crítica literaria de Juan Manuel González (Delibros)
Esta obra es su texto más extenso y supone su primer acercamiento a la novela de ambientación histórica. Los hechos y protagonistas narrados están basados en hechos reales y cuenta el proceso y ejecución de un grupo de reformistas en el Valladolid de la Contrarreforma. A través de las peripecias vitales y espirituales de Cipriano Salcedo, Delibes dibuja un retrato de la Valladolid de la época de Carlos V.
El mismo año en que Lutero provoca el cisma de la Iglesia Romana, 1517, nace en Valladolid Cipriano Salcedo, hijo de un comerciante en lanas y comerciante y fabricante de ropas él mismo, que por razones más sentimentales y afectivas que de conciencia, se adhiere a la secta protestante fundada y dirigida en Valladolid por el Doctor Cazalla. La Inquisición corta de raíz este cisma y condena a la hoguera a sus seguidores, entre ellos a Cipriano Salcedo.
La peripecia humana y espiritual de este hombre honesto -un perdedor más de la galería de personajes delibeanos-, sirve a Delibes para trazar una recreación magistral del Valladolid de la época de Carlos I, de sus gentes y costumbres, de la agitación política y religiosa del momento y, sobre todo, de la lucha del ser humano por alcanzar la verdad y por defender a toda costa su libertad de conciencia.
Pero El hereje es también (o quizás sobre todo) una indagación sobre las relaciones humanas, es la historia de unos hombres y mujeres en lucha consigo mismos y con el mundo que les ha tocado vivir.
“El hereje es una novela en la que Delibes ha condensado buena parte de sus ideas y de las técnicas pulidas a través de su largo itinerario narrativo. Retoma su tradicional preocupación por la observación y defensa de los humillados y ofendidos, de aquellos que en toda latitud y en todo siglo son víctimas del poder, la incomprensión o la intolerancia. Y en esta línea, tal vez El hereje sea una gran metáfora universal, por encima del tiempo y del espacio, que entronca directamente incluso con alguno de los aspectos más sectarios y tristes de nuestro presente.
Esta intencionalidad ética relaciona esta novela con el resto de su obra, a la que también une la calidad y profundidad del trabajo estrictamente literario. Sin embargo, El hereje se diferencia y adquiere perfiles muy propios por al menos tres razones: es una novela histórica de una pieza, toma al maridaje entre la religión y el poder como uno de los ejes narrativos, y ofrece unos ribetes erótico-sociales poco frecuentes en el quehacer de Delibes. Género difícil, la novela histórica encuentra así un hueco en el patrimonio de nuestro escritor, y lo hace sin fisuras, siguiendo un modelo casi clásico; mientras la crítica de la coyunda política-religión se dibuja clara, y las contradicciones de la conducta social, la doble moral y la inclinación a las pasiones poco confesables son manejadas literariamente sin rebozo, por un autor siempre poco dado a los cuadros naturalistas.
Evidentemente hay más cosas en los hermosos y sopesados párrafos de El hereje, tanto en el ámbito de lo narrativo como en el fondo conceptual y reflexivo de esta novela. Entre otras, el cincelado de los personajes principales –la mayoría abocados a la traición o la cobardía-, la casi inexistencia de anacronismos en la expresión, y la percepción de que sólo la cultura, su extensión y profundización, pueden frenar el sectarismo, la represión, el miedo y el autoritarismo.
Pero esa meditación plural no se realiza dentro de un discurso desabrido, didáctico o deslizado hacia lo ensayístico, sino que tiene lugar en un molde argumental atractivo, rebosante de elementos propios de la narración y además expresado con un lenguaje lustrado, exacto, antiguo mas no arcaico, que sin necesidad de forzar a la magín –y sin raer de la memoria- nos reafirma una vez más que Miguel Delibes es garantía viva de la lengua castellana”
Texto seleccionado
Desde lo alto del borrico, Cipriano divisó las hileras de palos, las cargas de leña, a la vera, las escalerillas, las argollas para amarrar a los reos, las nerviosas idas y venidas de guardas y verdugos al pie. La multitud apiñada prorrumpió en gran vocerío al ver llegar los primeros borriquillos. Y al oír sus gritos, los que entretenían la espera a alguna distancia echaron a correr desalados hacia los postes más próximos. Uno a uno, los asnillos con los reos se iban dispersando, buscando su sitio. Cipriano divisó inopinadamente a su lado el de Pedro Cazalla, que cabalgaba amordazado, descompuesto por unas bascas tan aparatosas que los alguaciles se apresuraron a bajarle del pollino para darle agua de un botijo. Había que recuperarlo. Por respeto a los espectadores había que evitar quemar a un muerto. Luego, alzó la cabeza y volvió la vista enloquecida hacia el quemadero. Los palos se levantaban cada veinte varas, los más próximos al barrio de Curtidores para los reconciliados, y, los del otro extremo, para ellos, para los quemados vivos, por un orden previamente establecido: Carlos de Seso, Juan Sánchez, Cipriano Salcedo, fray Domingo de Rojas y Antonio Herrezuelo.
El autor
Miguel Delibes Setién. (Valladolid, 17 de octubre de 1920 - Valladolid, 12 de marzo de 2010). Novelista español. Doctor en Derecho y catedrático de Historia del Comercio; periodista y, durante años, director del diario El Norte de Castilla.
Su sostenida labor como novelista se inicia dentro de una concepción tradicional con La sombra del ciprés es alargada, que obtiene el Premio Nadal en 1948.
Publica posteriormente Aún es de día (1949), El camino (1950), Mi idolatrado hijo Sisí (1953), La hoja roja (1959) y Las ratas (1962), entre otras obras. En 1966 publica Cinco horas con Mario y en 1975 Las guerras de nuestros antepasados; ambas son adaptadas al teatro en 1979 y 1990, respectivamente. Los santos inocentes ve la luz en 1981 (y es posteriormente llevada al cine por Mario Camus); más adelante publica Señora de rojo sobre fondo gris (1991) y Coto de caza (1992), entre otras.
Su producción revela una clara fidelidad a su entorno, a Valladolid y al campo castellano, y entraña la observación directa de tipos y situaciones desde la óptica de un católico liberal. La visión crítica -que aumenta progresivamente a medida que avanza su carrera- alude sobre todo a los excesos y violencias de la vida urbana.
Entre los motivos de su obra destaca la perspectiva irónica frente a la pequeña burguesía, la denuncia de las injusticias sociales, la rememoración de la infancia (por ejemplo en El príncipe destronado, de 1973) y la representación de los hábitos y el habla propia del mundo rural, muchos de cuyos términos y expresiones recupera para la literatura.
Delibes es también autor de los cuentos de La mortaja (1970), de la novela corta El tesoro (1985) y de textos autobiográficos como Un año de mi vida (1972). En 1998 publica El hereje, una de sus obras más importantes de los últimos tiempos.
Considerado uno de los principales referentes de la literatura en lengua española, obtiene a lo largo de su carrera las más destacadas distinciones del ámbito literario: el Premio Nadal (1948), el Premio de la Crítica (1953), el Príncipe de Asturias (1982), el Premio Nacional de las Letras Españolas (1991) y el Premio Miguel de Cervantes (1993), entre otros.
Crítica literaria de Juan Manuel González (Delibros)
Esta obra es su texto más extenso y supone su primer acercamiento a la novela de ambientación histórica. Los hechos y protagonistas narrados están basados en hechos reales y cuenta el proceso y ejecución de un grupo de reformistas en el Valladolid de la Contrarreforma. A través de las peripecias vitales y espirituales de Cipriano Salcedo, Delibes dibuja un retrato de la Valladolid de la época de Carlos V.
El mismo año en que Lutero provoca el cisma de la Iglesia Romana, 1517, nace en Valladolid Cipriano Salcedo, hijo de un comerciante en lanas y comerciante y fabricante de ropas él mismo, que por razones más sentimentales y afectivas que de conciencia, se adhiere a la secta protestante fundada y dirigida en Valladolid por el Doctor Cazalla. La Inquisición corta de raíz este cisma y condena a la hoguera a sus seguidores, entre ellos a Cipriano Salcedo.
La peripecia humana y espiritual de este hombre honesto -un perdedor más de la galería de personajes delibeanos-, sirve a Delibes para trazar una recreación magistral del Valladolid de la época de Carlos I, de sus gentes y costumbres, de la agitación política y religiosa del momento y, sobre todo, de la lucha del ser humano por alcanzar la verdad y por defender a toda costa su libertad de conciencia.
Pero El hereje es también (o quizás sobre todo) una indagación sobre las relaciones humanas, es la historia de unos hombres y mujeres en lucha consigo mismos y con el mundo que les ha tocado vivir.
“El hereje es una novela en la que Delibes ha condensado buena parte de sus ideas y de las técnicas pulidas a través de su largo itinerario narrativo. Retoma su tradicional preocupación por la observación y defensa de los humillados y ofendidos, de aquellos que en toda latitud y en todo siglo son víctimas del poder, la incomprensión o la intolerancia. Y en esta línea, tal vez El hereje sea una gran metáfora universal, por encima del tiempo y del espacio, que entronca directamente incluso con alguno de los aspectos más sectarios y tristes de nuestro presente.
Esta intencionalidad ética relaciona esta novela con el resto de su obra, a la que también une la calidad y profundidad del trabajo estrictamente literario. Sin embargo, El hereje se diferencia y adquiere perfiles muy propios por al menos tres razones: es una novela histórica de una pieza, toma al maridaje entre la religión y el poder como uno de los ejes narrativos, y ofrece unos ribetes erótico-sociales poco frecuentes en el quehacer de Delibes. Género difícil, la novela histórica encuentra así un hueco en el patrimonio de nuestro escritor, y lo hace sin fisuras, siguiendo un modelo casi clásico; mientras la crítica de la coyunda política-religión se dibuja clara, y las contradicciones de la conducta social, la doble moral y la inclinación a las pasiones poco confesables son manejadas literariamente sin rebozo, por un autor siempre poco dado a los cuadros naturalistas.
Evidentemente hay más cosas en los hermosos y sopesados párrafos de El hereje, tanto en el ámbito de lo narrativo como en el fondo conceptual y reflexivo de esta novela. Entre otras, el cincelado de los personajes principales –la mayoría abocados a la traición o la cobardía-, la casi inexistencia de anacronismos en la expresión, y la percepción de que sólo la cultura, su extensión y profundización, pueden frenar el sectarismo, la represión, el miedo y el autoritarismo.
Pero esa meditación plural no se realiza dentro de un discurso desabrido, didáctico o deslizado hacia lo ensayístico, sino que tiene lugar en un molde argumental atractivo, rebosante de elementos propios de la narración y además expresado con un lenguaje lustrado, exacto, antiguo mas no arcaico, que sin necesidad de forzar a la magín –y sin raer de la memoria- nos reafirma una vez más que Miguel Delibes es garantía viva de la lengua castellana”
Texto seleccionado
Desde lo alto del borrico, Cipriano divisó las hileras de palos, las cargas de leña, a la vera, las escalerillas, las argollas para amarrar a los reos, las nerviosas idas y venidas de guardas y verdugos al pie. La multitud apiñada prorrumpió en gran vocerío al ver llegar los primeros borriquillos. Y al oír sus gritos, los que entretenían la espera a alguna distancia echaron a correr desalados hacia los postes más próximos. Uno a uno, los asnillos con los reos se iban dispersando, buscando su sitio. Cipriano divisó inopinadamente a su lado el de Pedro Cazalla, que cabalgaba amordazado, descompuesto por unas bascas tan aparatosas que los alguaciles se apresuraron a bajarle del pollino para darle agua de un botijo. Había que recuperarlo. Por respeto a los espectadores había que evitar quemar a un muerto. Luego, alzó la cabeza y volvió la vista enloquecida hacia el quemadero. Los palos se levantaban cada veinte varas, los más próximos al barrio de Curtidores para los reconciliados, y, los del otro extremo, para ellos, para los quemados vivos, por un orden previamente establecido: Carlos de Seso, Juan Sánchez, Cipriano Salcedo, fray Domingo de Rojas y Antonio Herrezuelo.
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