Sinópsis
Subtitulada Dos historias de Casadas,
extensa novela publicada en 1887. La novela Fortunata y Jacinta está considerada la narración más
importante en lengua española después del Quijote. Ninguna obra española
de los siglos XIX y XX refleja mejor que ésta el momento en que la
clase media, la burguesía, tomaba parte fundamental de la vida social y
asumía el control político de la nación, al tiempo que Madrid,
protagonista indiscutible de la obra, adquiría el perfil de una urbe
moderna. Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843 - Madrid,
1920) recoge en su obra cumbre el palpitar de una época, sus
movimientos anímicos, tejiendo una visión de la conciencia humana
proveniente de las ideas psicológicas dominantes en el siglo XIX.
Fortunata y Jacinta debe ser entendida como un magnífico panorama de
costumbres de a España decimonónica en el que la complejidad interior
del individuo -su alma- se entremezcla con la descripción detallada -no
exenta de crítica- de una sociedad en constante progreso.
Edición recomendada
Nº de páginas: 1280 págs
Editorial: Espasa-Calpe
Lengua: Castellano
ISBN: 9788467033984
Año edicón: 2010
Plaza de edición: Madrid
El autor
Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 10 de mayo de 1843 –
Madrid, 4 de enero de 1920). Escritor español, representante de la
novela realista española del siglo XIX. Académico de la Real Academia
desde 1897 y nominado al Premio Nobel en 1912.
Estudia en el Colegio de San Agustín de su ciudad y colabora en el periódico local El Ómnibus.
Al terminar sus estudios en 1862, se traslada a Tenerife para estudiar
el Bachiller en Artes, y posteriormente se marcha a Madrid para estudiar
Derecho. Allí acude a las tertulias del Ateneo y los cafés Fornos y
Suizo, donde frecuenta a intelectuales y artistas de la época. Escribe
en los diarios La Nación y El Debate.
En 1873 inicia la publicación de la primera serie de los Episodios Nacionales con Trafalgar. Su popularidad ante los lectores durante la decada de los 90 va creciendo con su segunda serie de los Episodios nacionales. Aparte de Madrid, Galdós pasa largas estancias en su casa de Santander, conocida como “San Quintín”.
Viaja por Europa como corresponsal de prensa, conociendo
así corrientes literarias del momento como el realismo y el naturalismo.
Su obra tiene influencias de los franceses Honoré de Balzac, Émile
Zola, Gustave Flaubert y el inglés Charles Dickens, entre otros.
Aficionado a la política, se afilia al Partido Progresista de Sagasta
y en 1886 es diputado por Guayama (Puerto Rico) en las Cortes. En los
inicios del siglo XX ingresa en el Partido Republicano y en las
legislaturas de 1907 y 1910 es diputado a Cortes por Madrid por la
Conjunción Republicano Socialista; en 1914 es elegido diputado por Las
Palmas.
Galdós es uno de los autores más prolíficos de su generación, tanto en novela como en teatro.
Texto seleccionado
Iba Jacinta tan pensativa, que la
bulla de la calle de Toledo no la distrajo de atención que a su propio
interior prestaba. Los puestos a medio armar en toda la acera desde los
portales a San Isidro, las baratijas, las panderetas, la loza
ordinaria, las puntillas, el cobre de Alcaraz y los veinte mil cachivaches
que aparecían dentro de aquellos nichos de mal clavadas tablas y de
lienzos peor dispuestos, pasaban ante su vista sin determinar una
apreciación exacta de lo que eran. Recibía tan sólo la imagen borrosa
de los objetos diversos que iban pasando, y lo así porque era como si
ella estuviese parada y la pintoresca vía se corriese delante de ella
como un telón. En aquel telón había racimos de dátiles colgados de una
percha, puntillas blancas que caían de un palo largo, en ondas, como
los vástagos de una trepadora; pelmazos de higos pasados en bloques;
turrón en trozos como sillares, que parecían acabados de traer de una
cantera, aceitunas en barriles rezumados; una mujer puesta sobre una
silla y delante de una jaula, mostrando dos pajarillos amaestrados. Y
luego, montones de oro, naranjas de seretas y hacinadas en el arroyo.
El suelo, intransitable, ponía obstáculos sin fin, pilas de cantaros y
vasijas ante los pies del gentío presuroso, y la vibración de los
adoquines al paso de los carros parece haber bailar a personas y
cacharros. Hombres con sartas de pañuelos de diferentes colores se
ponían delante del transeúnte como si fueran a capearlo. Mujeres
chillonas taladraban el oído con pregones enfáticos acosando al público
y poniéndole en la alternativa de comprar o morir. Jacinta veía las
piezas de tela desenvueltas en ondas a lo largo de todas las paredes,
percales azules, rojos y verdes, tendidos de puerta en puerta, y su
mareada vista le exageraba las curvas de aquellas rúbricas de trapo. De
ellas colgaban, prendidas con alfileres, toquillas de los colores
vivos y elementales que agradan a los salvajes. En algunos huecos
brillaba el anaranjado, que chilla como los ejes sin grasa; el
bermellón nativo, que parece rasguñar los ojos; el carmín, que tiene la
acidez del vinagre; el cobalto, que infunde ideas de envenenamiento;
el verde de panza de lagarto, y ese amarillo tila que tiene cierto aire
de poesía mezclado con la tisis, como en la Traviatta. Las
bocas de las tiendas, abiertas entre tanto colgajo, dejaban ver el
interior de ellas tan abigarrado como la parte externa; los horteras,
de bruces sobre el mostrador, o vareando telas, o charlando. Algunos
braceaban, como si nadasen en un mar de pañuelos. El sentimiento
pintoresco de aquellos tenderos se revela en todo. Si hay una columna
en la tienda la revisten de corsés encarnados, negros y blancos, y con
los refajos hacen graciosas combinaciones decorativas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario